¨Tus ojos¨ me dijiste y me arriesgué a especular.
Mis ojos no dicen nada, al
menos ante los tuyos. Solo pierden el juicio ante su brillo y su alma. Hasta
llegaría a pensar que soy un pobre animal, que solo mira y queda fascinado ante
ellos, tan verdes como mar, como espejos y se queda inmóvil y muere estrellado
o convertido en sal besado por su reflejo.
¡Qué mirada la tuya! A la mía la aturde y la completa, la
calla y la hace gritar, gemir, reír, llorar y produce cientos de entes más que
no sabría explicar, expresar o concebir. En fin, quizás mañana o pasado, sentados
ante la aromática atenta mirada de dos cafés, me quieras decir con tus palabras o con tus
ojos lo que en realidad quieres decir y así yo pueda pensar si lo anodino de
los míos se debe a que soy feliz de que me mires así.
Como si de ojos se hablara, digo en voz alta esbozando una sonrisa. Si
ellos más que nosotros lo perciben. Intentamos escaparnos, irresponsables, al
menos de las miradas cruzadas, de las saetas disparadas envenenadas de caricias,
de las locuras pensadas, de los deseos ocultos provocados en segundos. Se trata
de no pensar creo o de hacerlo con arrojo, saber que no son tus ojos ni los
míos lo que cuenta, sino el lenguaje efectivo, el que genera impresiones de
imágenes acústicas nunca habladas en lugares prohibidos, en rincones
desiertos, en sillones tranquilos.
Pienso y me miro y alejando
tu mirada unos momentos me digo: tengo que pisar tierra y aceptar
que no son besos ni palabras, son miradas que quizás solo yo crea que mis
desterrados ojos sean destinatarios.
¡Ay! …Esas esmeraldas
enormes que guardas bajo tus cejas… ¡No! …¡Me escuchaste, no te rías,
por favor! Es que no percibo de tan lejos el reflejo de tus ojos y no sé si
estás atrapada en el brillo de los míos que provocaste hace un rato cuando
dijiste ¨tus ojos¨ o si es la irónica sonrisa de saber que aunque yo quiera
jamás me habrás de mirar como mis ojos te miran o te quisieran mirar.
Mis ojos no son los tuyos.
Mis ojos son atrevidos porque no piden permiso ni a mí ni a vos cuando tus ojos
pasan deteniendo tu mirada, acorralando, poniéndose les de frente, mirando
fijamente, hasta que responden algo. Se aprovechan de su luz. Pero creo
que más se abusan de mí, de mis miedos, de lo menguado que soy cuando quedo
deslumbrado, no solo por tus ojos, también me incomodan tus labios. Les
digo: ¨no por favor, no quiero que me descubra¨. Sería una locura
dejarme llevar por ellos y al final cuando cae la noche en la soledad más fría
verme frente a al espejo, el más callado que existe, sabiendo que no es contigo
que miraré las estrellas ni ninguna lluvia intensa que nos encuentre abrazados
con las miradas desnudas, más desnudas que los ojos, más desnudas que mis
manos.
De todos modos tranquila, no es culpa de tus ojos, es lo ciego de los míos.
Paul Gasê
Je Suis Désolé (Carta a mi conciencia)
Fragmento
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